jueves, 17 de septiembre de 2009

Adiós Maestro


Suki, querido Maestro, con sus opiniones políticas terribles y su sentido del humor magnífico. Con su paciencia para soportar que uno desafinara como un gato estrangulado y decidido a vencer mi temblor esencial para que yo pudiera tocar el violín.

Suki, Maestro Sebastián Cambón, que no terminaba de entender cómo hacía uno para conseguir bajar de internet las partituras de los dúos de Pleyel, y luego los perdía y los mezclaba interminablemente, pero que era capaz de que yo sintiera que podía tocar el primer violín del primer Dúo de Pleyel, mientras él hacía como que se le dificultaba para que volviéramos y volviéramos a determinado compás.

Querido Maestro, Usted me cambió la vida, me enseñó que - como para hacer aikido - adquirir la suavidad sin perder la firmeza es un trabajo de años.

Que curiosamente, también fue migrañoso, y que disfrutaba tanto de la comida y protestaba tanto del ruido que hacen los niños pequeños.

En su caso, no tengo ninguna duda, estará Usted ahora en el cielo, delicadamente corrigiendo a los ángeles cuando al tocar levantan el codo o se olvidan de subir la muñeca casi hasta tocarse la pera.

Gracias Maestro.

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