martes, 29 de enero de 2008

La Vivencia de la Araña

Bueno, empezamos a viajar de nuevo.
El clima nos acompaña, como si quisiera que sigamos yendo allá, que no se nos cocine el seso, que tengamos ganas de volver.
Nos cruzamos con una forma extraña de felino, que aparentemente se ha dedicado a mostrarle a sus pares que se puede domesticar a cualquier tipo de fiera, al grado que dicen que le decían "Mamá Corazón", obvio que él no lo sabe... Sin embargo, le gustó estar con nosotros, le gustó lo que hacemos, nos sorprendió él a nosotros.
Lo mejor que nos pasó en este viaje fue encontrarnos en la jungla a uno que conocíamos de su otra vida, de la anterior. Lamentable y afortunadamente, ahora está mejor. Le dijimos que entonces no le pudimos ayudar, que él tampoco se dejó, pero que esta vez parece que sí.
Y lo mejor de todo es la vivencia de ser una araña, que seguramente cuando va tirando su hilo, no tiene idea de que se convertirá en una hermosa red, simétrica, absolutamente perfecta. Sólo tiene la noción de que DEBE ir recto, en una dirección determinada. En un punto, SABE que tiene que ir hacia otro lado y entonces seguir derecho.
En el viaje, tuvimos la vivencia de haber estado tirando red desde entonces, desde hace años, y que ahora, hoy, esa red le sirve a alguien, sirve para que al momento de que este cachorrito de mamut se tropezara, la red estuviera, y como decía el grande Neruda: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
El tampoco, él está muy cambiado, para bien, por suerte; por efecto de lo que nosotros echamos a andar? Ojalá, nos gustaría pensar que la culpa es nuestra, no podemos ser tan poco humildes, lo bueno es seguir siendo parte de la escena, es entrar y vernos y reconocernos y saber que seguimos estando.

martes, 22 de enero de 2008

Ya no sé ni dónde estoy

Amanezco ayer en mi habitación y, como hace mucho tiempo que no me sucedía, al abrir los ojos miro con sorpresa lo que debería ayudarme a volver al mundo de los vivos. No sé dónde estoy, no reconozco nada. Por unos segundos, ese mueble que me queda justo frente a la cara cuando estoy sobre mi lado izquierdo no me remite a ningún lugar conocido.
Afortunadamente, la sensación dura poco. Afortunadamente, la sensación es conocida. Lamentablemente, la sensación ha vuelto.
Durante varios años me sucedía a menudo. No importaba si dormía en casa, si estaba vacacionando, si estaba durmiendo en un turno en el trabajo. Por algún motivo despertaba, ya fuera a media noche o a la mañana, y el lugar era totalmente ajeno a mí. Tenía que hacer rápidamente un ejercicio de situarme en tiempo y espacio.
Por ese motivo empecé a dormir con las cortinas y persianas abiertas, con luz del exterior, nunca en total oscuridad.
Me ha pasado de estar durmiendo en un lugar donde trabajaba en guardias de 48 hrs. y dar la vuelta en la cama sintiendo que estaba en mi habitación de casa de mis padres y pensar, inclusive en ese entresueño, que hace mucho pero MUCHO que no vivo en casa de mis padres, abrir los ojos, y en esa cantidad enorme de luz que entraba por la ventana tardar tantísimo en reconocer qué lugar era ese donde yo estaba durmiendo.
O peor, un día, en mi propia casa, abrir los ojos a la mañana, y pensar: "placard a la izquierda, ventana a la derecha, es el departamento que nos prestaron en Punta del Este". Claro que ahora resulta ridículo, no en ese momento.
Pues ayer a la mañana comencé a hacer ese ejercicio: "ventana a mis pies..." Hacía cerca de 10 años que no me sucedía, parecía que no recordaba lo que se sentía. No me gusta, nunca me gustó.
Sé que estaba mi hermana en mi sueño. No sé qué estaba soñando.
Sé que está por venir a visitarnos el hermano de Flavio.
Sé que estoy llegando a un nivel de cansancio que se parece a la limadura, que se me caen las rayas de la cebra...
No sé nada más. No sé por qué me pasa. No sé si le pasa a otras personas. No sé si eso es lo que sienten los enfermos de Alzheimer.
Sé que es muy angustiante. Sé que no me gusta. Y sé que ha vuelto.

domingo, 13 de enero de 2008

Bigotón agradecido de la vida



Este atento bigotón, largirucho y grandote, un sobreviviente según cuenta su madre, es lo más apacible que he visto en materia de coludos. Disfruta de estar simplemente sentado, o acostado, o mirando.

Cosmo, se llama, y aunque dan ganas de jugar con él y acariciarlo horas, no parece tener demasiado entusiasmo, simplemente está, y con eso le basta...

Bigotón que fue roñoso


Este bigotón ahora es un apacible coludo mimado por toda aquella amante de los bigotones que le pasa cerca.
Fue un loco de la guerra, casi insoportable, excepto para quienes, como nosotros, estamos dispuestos a tolerar arañazos y mordidas a cambio de jugar un rato, o lograr acariciar un rato a un bigotoncito divertido.
Se llama Felipe y básicamente es un encanto.