lunes, 15 de junio de 2015

Cuarto día

Después de casi dos días sin internet, desperté temprano porque soñé a Fatima que me decía: nena, ya tenés internet. Abrí los ojos, cacé el Celu, y efectivamente tenía mil mensajes y notificaciones.
Así empezó el día, revisando las redes, sacándome la abstinencia, charlando, y hasta conversando por Skype, mientras preparaba y tomaba café en la habitación y en el balcón, pues amaneció divino el día.
Luego, a desayunar. No había papaya, ni jugo de mango, así que huevitos con queso y jugo de sandía, más café y a la playa de cabeza!
Tan temprano era, que no habían abierto el puesto donde te dan las toallas.
Me fui a caminar un poco, aproveché la marea baja para meterme por primera vez al Mar, con su respectiva revolcada, inevitable acá, y luego de sacarme la sal y un poco de arena, me unté de nuevo de protector y me fui por mi toalla.
Andaba medio hiperactiva y no lograba quedarme quieta, así que me fui a mirar lo que vendían en los puestos de la playa, mirando originalmente una blusa roja y terminando con una parte de abajo de traje de baño cola less, pero eso sí, roja era.
Decidí después que hoy era día de cerveza, digo, cuando abrió el bar, no? Bueno y un rato después también, no es cuestión...
Y al rato, cae uno de los promotores, de los que te preguntan si vas a hacerte masaje, si vas a tomar clase de danza, etc. pero esta vez me pregunta si voy a querer hacer surf.
Y le digo que sí.
Y me explica que sin cargo son 15 minutos, como una experiencia, que la clase cuesta, y bastante, y yo que cuando él me diga, estoy puesta para la experiencia.
Así que me dan una remera (supongo que para que uno no quede totalmente desnudo como este Mar intenta), te muestran un par de veces en la arena el movimiento, lo practicas un par de veces, y adentro!
Recuerdan que el Mar acá es fuerte, no? Pues imaginen tratar de mantenerse acostada en una tabla de surf, contra las olas que rompen, intentar no quebrarte la nariz con la tabla con el golpeteo contra el agua, y cuando el instructor te dice, ésta, te gira, dice, posición uno, arriba, y a intentar pararse, bueno, y quedarse parada que es lo complicado...
Tres olas hicimos. La segunda llegué parada hasta el borde del Mar. Por suerte había alguien mirando porque sino, no me cree nadie. Hasta me aplaudieron!!
Terminé agotada pero tan feliz, tan feliz que no me importaba nada llevarme en la malla toda la arena de la playa. La sonrisa me duró horas. Genial.
Más tarde, cuando fui a meterme al Mar, estaban los dos instructores
(por dios que se acaba de ir la luz, este hotel es de locos)
Sigo, estaban, uno surfeando y el otro con el body board (barrenando, bah). Este se me acerca, me tira el body board y me dice: vos! Y yo: qué? qué hago? Y él: te metes, cuando viene la ola giras y te subes. Y nada, allá fui.
Y sí, elegí la ola, giré, me acosté en la tabla, y llegué hasta la orilla. Ahí me esperaba para que se la devuelva, y yo nuevamente tenía una sonrisa de oreja a oreja, y arena hasta el esófago.
Así pasé el día, sol, Mar, cerveza, surf, Dire Straits como música, divino.
Para cuando volví de la playa estaba muerta de hambre. Comí algo, tomé café, me cambié y al gym, a bajar lo que uno come y bebe.
La idea ahora era lavar unas ropitas, bañarme y 21.30 tengo reserva en el restaurant japonés. Pero si no hay luz, no sé que haré...
Lo que estoy segura, es que no es mi imaginación, estar al lado del Mar me cambia la mirada.

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