sábado, 19 de diciembre de 2009

De Estigmas y Desilusiones

Cómo no comenzar una vez más citando a Goffman, cuando habla de que el proceso de estigmatización no depende sólo de la posesión de un atributo desacreditador, sino que es una relación particular entre un determinado atributo y un determinado estereotipo; que cierto atributo en una persona puede provocar la estigmatización y en otra puede sólo confirmar a los demás el estereotipo en que lo ha ubicado, reafirmar la identidad virtual que esa persona proyecta; que conocer de la posesión de tal atributo desacreditador genera en los demás la reformulación total de la imagen que se habían formado anteriormente de dicha persona.
Basta de teoría.
Me llega de la jungla una noticia de una persona, que, antes de tomar contacto directo, cercano y prolongado con todo lo que la jungla es, estaba casado con una mujer que lleva tatuajes visibles, una mujer capaz de sentarse en el suelo en un acto público - frente a lo cual los demás debimos recordarle que para ella era inadmisible en esa circunstancia -, una persona que antes de todo esto llevaba el pelo largo y tocaba en una banda de rock, una persona que en algún momento daba claras muestras de tener una mente estratégica, una visión de conjunto que le permitía planear los movimientos rápidamente y con tres jugadas de antelación.
Ahora la jungla dice que ha dejado a su esposa. Es decir (para la mentalidad goffmaniana), que ha roto con los vínculos de cómo era ANTES de todo esto, o que ella se ha hartado de vivir con alguien que no es ya la persona con quien se casó. Dice la jungla también que sale de tragos con uno de los grandes cerdos, digamos, no con sus amigos de antes, de siempre, sino con un habitante estable de la jungla.
Sorprende, primero.
Después ya no tanto. Uno comienza a hacer en su mente el proceso de re-evaluar la identidad virtual que uno había formulado respecto a esta persona.
Como esta reformulación de la identidad del otro implica necesariamente una pérdida, sobre todo si uno ha sentido admiración y respeto por ese otro, uno se permite pensar que no, que no debe estar haciendo el razonamiento correcto, que la jungla lo ha absorbido, que el proceso de incorporación de las pautas institucionales se ha cumplido también para él.
Pero no, la desilusión sigue presente. Uno hubiera querido que esa persona fuera quien uno pensó que era, aquél que podía darse cuenta que sus acciones son leídas por TODOS los habitantes de la jungla y que ahí no hay secretos, uno hubiera querido que fuera capaz de evitar que la jungla lo devore hasta ese nivel de su vida personal.
Alguna vez un águila de la jungla me dijo: "esto es como el mar: lo que es del mar, el mar lo traga y lo que no es del mar, el mar lo escupe".
Suena poético. Es terrible.
Personalmente, la desilusión me resulta dolorosa.

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