lunes, 10 de diciembre de 2007

Se inicia la temporada de hibernación

Todo parecería indicar que mañana comienza la temporada de hibernar. De alguna forma lo he estado esperando, no por otra cosa, sino por el cansancio que tantas migraciones y tantas emociones me han provocado. En cada lugar al que fui encontré tanta realidad, movimientos de todo tipo. A veces me sentía en casa, en familia. A veces era claro que había generado una burbuja dentro de una caja, y en ocasiones la burbuja era lo suficientemente transparente para ver a través de ella, a veces no...

Estas dos últimas incursiones a la selva fueron extrañas. Fue emocionante. Fue conmovedor. Pude ver con tanta certeza que es posible domesticar tigres y encantar serpientes, que a veces me sentí alquimista y hasta por momentos creí que tuve el toque de Midas, que logré dejar una huella, una estela, que aunque crezca la maleza, ahí quedarán marcados nuestros pasos, que lo hecho no se deshará (deliro, quizá, puede ser el cansancio, o la melancolía)

También fue raro percibir el nada sutil murmullo de los pobladores de la jungla, que lejos de desear prepararse para hibernar, rugen por lo bajo tratando de simular una sonrisa, mientras se escucha el canto de las chicharras, el sibilar entre los colmillos, las uñas afilándose en el concreto y el lejano aullido de los lobos.

Me dí cuenta que todos estos bichos se parecen en que cuando se preparan para atacar, igual que los gatos domésticos, se quedan perfectamente quietos, mirando fijamente, pero con un lenguaje corporal que pretende transmitir a su presa que están distraídos, pensando en otra cosa.

Me hicieron recordar que no puede haber lealtades ni confianzas donde la auténtica LEY DE LA SELVA es "si se trata de que se salve el que pueda, entonces quien pueda seré yo", o como dicen en uno de nuestros países latinoamericanos "de que lloren en tu casa a que lloren en la mía..."

No sé si los pobladores de la jungla tienen memoria, no sé si pueden tener presente en un momento así que alguien alguna vez les salvó la vida, o le sacó una espina de una pata, o los liberó de una trampa de algún cazador.

Aprendí, después de tanto tiempo, que no hacen falta las palabras para domesticar tigres y encantar serpientes, y menos aún se gasta saliva en estos días, en estas temporadas. Escuché, ví y sentí lo suficiente como para no tener ganas de volver a la jungla hasta que pase la tormenta.

El jugador de ajedrez se dió el gusto de escupirles en la cara a las aves de carroña y a las ratas, me saco el sombrero, igual que algunos tigres y serpientes. La mayoría de estos estará contento de que se vaya, a pesar o incluso después de este último gesto. Yo sé que en algún momento dirán (como los hinchas de River) "Volvé Ramón", sobre todo ahora que se viene la temporada alta, y aquéllos que no tienen más opción que quedarse a vivir en la jungla estarán más inquietos que nunca, mientras los tigres y las serpientes pensaban que los pamperos iban a soplar en otra dirección.

Mmmmm, qué buen momento para comenzar la hibernación. Qué tristeza, qué nostalgia, qué melancolía, sobre todo para las pequeñas fieras como yo, que nos cuesta tanto quedarnos quietitas, pero también sé que cuando lo logramos, podemos encontrar un huequito en un rincón, acicalarnos el pelaje prolijamente, lamernos las heridas, y ronroneando suavecito, dormir días y noches, hasta que sea momento de desperezarnos, estirarnos músculo por músculo, levantar despacio la cabeza y sentir en los bigotes (de león) si los vientos ya son favorables para salir de la cucha.

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