miércoles, 24 de marzo de 2010

Desde mi Laguna

Ok, ayer necesitaba realmente ir a mi laguna, lo que no pensé es qué iba a encontrar ahí.
Al llegar, la encontré llena de pequeños mamíferos de la familia de los simios, que no paraban de gritar y moverse, llenos de alegría por encontrarse dentro del agua. Algunos de ellos eran dirigidos por amables delfines, quienes les mostraban actividades posibles.
Yo intenté pasar por alto el ruido y disfrutar igual de mi chapuzón.
Una vez que ellos se fueron (TODOS), mientras que en el camino de nosotros, los independientes, eramos un montón, pero sutilmente organizados en forma casi tácita, la laguna comenzó a llenarse de tiburones.
Hay que subrayar el hecho de que la solidaridad que sentimos y manifestamos los independientes es absolutamente inversa al egoísmo de los tiburones, aún cuando en algún momento se organizan, bajo las indicaciones de otro de ellos pero desde fuera del agua.
Llegaron los tiburones, uno, saltando por encima de nosotros, entró a nuestro camino, haciendo que muchos de nosotros, simples intentos de salmón, nos llenáramos las tripas de cloro. Otro, entró y se quedó parado, justo enfrente de quienes estábamos momentáneamente en la orilla, como si estuviera absolutamente solo; no nos miró siquiera.
Parece que los tiburones consideran que la laguna es de ellos y que el resto de las especies no existen.
Luego de eso, cuando se organizaron, todo se convirtió en un mar de tormenta, olvídense del oleaje que provocan las morsas, esto era un tsunami en toda su extensión.
Así, presenté la rendición, salí del agua, miré despectivamente a los tiburones - que obviamente ni me miraron - me estiré un poco y me fui.
Igualmente, me alegré de haber ido a la laguna.

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