miércoles, 19 de agosto de 2009

Queridísimo Pepe


Pepe querido:

No es hoy cualquier día, y hace mucho que no te escribo. Pero hoy hace exactamente 2 años desde que no te veo, desde que no puedo verte, hoy hace 2 años que te extraño como sólo se extraña a un padre, y eso a veces, según el padre.

Sin embargo anoche la mente me dio un regalo, soñé con vos. En serio, es verdad. Soñé con vos y tus dos hermanos, creo que Fidel se había jubilado y no sabía qué hacer con su vida, y yo les proponía que retomaran la banda de música que alguna vez habían tenido - que nunca tuvieron, por supuesto - y vos ibas y sacabas tu guitarra, Adolfo la trompeta, y Fidel, un poco a desgano iba por su instrumento, que no recuerdo cuál era.

Vos agarrabas tu guitarra, la afinabas, en realidad el más entusiasmado era Adolfo, pero vos una vez que te colocabas la guitarra frente a vos, comenzabas a dudar, te preguntabas si sonaría bien, si te acordarías cómo tocarla. Yo te alentaba, dicidendo que algo que se aprende bien, no se olvida.

En mi sueño no llegué a escuchar la música que ustedes hacían, el resto del sueño no lo recuerdo. Pero como conservo mucho de pensamiento mágico, ahora confirmo que estás con tus hermanos, escuchando o tocando música del jazz original, del antiguo, del que tanto disfrutaban los tres.

Me gustó verte, me gustó verte acompañado por ellos. Me gustó poder hablar con vos y escuchar tu voz.

Te extraño con locura, y no soy la única, hay mucha gente que te tiene presente todo el tiempo. Sabés? te mandaría saludos Victor, si pudiera creer que hay ocasiones en que te veo y hasta te hablo. Estuve con él, disfrutando sus dotes de mecánico obsesivo que puede escuchar el mínimo ruidito y hacer un diagnóstico preciso a partir de ahí. El me contó de una vez que te descompusiste en su casa, que hiciste una hipoglucemia, que te llevó y te acompañó en el Hospital Durand.

Nunca nos dijiste nada, nunca nos contaste de ese episodio. Lo sé porque estuve con tu esposa, almorcé con ella, y se lo conté y tampoco lo sabía.

Respecto a tu esposa, divina, con una fuerza como vos sabés que sólo ella tiene. Sin embargo, no logramos ni que ella venga a mi casa ni yo ir a la de ella. Así que nos encontramos en ese café donde nos juntábamos con vos, El Andén, y almorzamos juntas. La ví muy bien y me dijo que está muy acompañada, sobre todo por sus hermanas, por suerte, porque vos sabés que no siempre fue así - bah, vos solías putear a la familia de ella por eso mismo.

Pepe, no puedo pedirte que vuelvas, pero eso es lo que quisiera decirte. Tengo que decirte que nunca nadie ocupó el lugar que lograste vos, ni antes ni después. Nadie. Extraño tus conversaciones, en las que nunca era posible hacerse el boludo, ni vos ni yo, incluso en los momentos en que a vos o a mí nos salían lágrimas.

Te quiero muchísimo, y te extraño siempre. Por eso no puedo llamar a tu esposa, casi nunca, y hoy menos aún, porque lloro, y no paro de llorar, y creo que no le hago bien a ella, y creo que ella espera que yo digiera tu ausencia en otro ámbito, con otras personas. Y yo no puedo digerir tu ausencia.

Lloro ahora, mientras te escribo esta carta y sé que me dirías que no llore, que no vale la pena, porque es el tipo de cosas que vos decís, pero cómo no voy a llorar si cuando te fuiste me dejaste sin padre, sin interlocutor, sin consejero. Cómo no voy a llorar si fuimos tan tontas que después de tanto tiempo pasando días y noches en hospitales con vos, justo hace dos años no nos quedamos ninguna de las dos, ni tu esposa ni yo. Y vos que me habías dicho que tenías tanto miedo...

Basta, prefiero recordar que donde estás no te duele nada, no estás flaquito como al final, te reís y estás con tus hermanos.

Te quiero Pepe. Te extraño.

No hay comentarios: