domingo, 8 de julio de 2012

de Stalinismos y Progres

He discutido en forma muy desagradable con amigos muy queridos. He cometido el error de hablar de política en una cena de cumpleaños. Pero mi mayor equivocación ha sido subestimar el efecto que los stalinismos producen en sus súbditos. Precisamente yo, que me crié bajo el régimen del PRI, sabiendo que hablar de política era al menos riesgoso.

He terminado de pésimo humor, después de intentar por varias horas hacerlos entender el maltrato laboral en la administración pública ejercido por ignorantes y soberbios jóvenes funcionarios, el cotidiano desmantelamiento que éstos provocan en programas y políticas sociales que deben ser preocupación de todos, la responsabilidad que la primer mandataria debe tener por los actos de los funcionarios de segunda y tercera línea, precisamente porque es ella quien los ha ubicado en esa función.

Como respuesta, se me planteó que mi crítica a la presidente era una cuestión de género, la internalización del machismo imperante. Se me adjudicó interés personal y subjetividad tendenciosa debido a que alguno de los programas en desmantelación ha sido de mi autoría. Se me acusó de añorar gobiernos de derecha, regímenes militares o profundamente neoliberales.

Ninguno de los presentes, a quienes consideraba mis pares, mis semejantes, escuchó que a diferencia de ellos, que mientras defienden la política de este gobierno, incluída la económica y laboral, ven sus posibilidades de ganarse la vida con un trabajo honesto cada vez más reducidas, yo, que cuestiono y critico intensamente a este gobierno, me he beneficiado con varios aumentos de sueldo, por lo que mi crítica dista del egoísmo provocado por un bolsillo que cada vez alcanza para menos.

Ninguno estuvo dispuesto a mirar más allá de lo que la TV oficial les muestra cuando discutimos respecto a los miembros de las clases más carenciadas que cuando logran un empleo en la construcción no cobran un sueldo que les permita comer todos los días, porque los sindicalistas pro-gobierno dicen que se gana bien.

Felices porque se les suman años de condena a militares ya presos por delitos de lesa humanidad, no sólo miran para otro lado respecto a los militares que lograron esquivar el juicio y castigo y se fueron del país, sino que olvidan también que activamente me ocupé personalmente de que los miembros de la Jungla que fueron torturadores fueran expulsados de ella.

Sí, he terminado de pésimo humor, pero principalmente he terminado sintiendome muy sola entre medio de este totalitarismo progresista...

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