sábado, 13 de junio de 2009

De cábalas y supersticiones

Releyendo algunas entradas encuentro la del momento en que tomo conciencia de haber dejado de ser un peatón.
Lo curioso de esto es que para mí, el hecho de querer comprarme un auto se relacionaba directamente con cambiar de trabajo.
Veamos: trabajando en Marcos Paz, o sea, viajar en 1. un taxi, 2. el tren hasta el final, 3. un remis trucho (el tiempo lo calculan uds.), decido comprarme un auto. Junto el dinero, y cuando estoy a punto de decidirme a comprarlo, chan, cambio de trabajo. De vuelta al microcentro, al subte, a la oficina.
La siguiente: trabajando en Ciudad Oculta, esto es, viajar en 2 colectivos diferentes, en un total de casi una hora de viaje, comienzo de nuevo a juntar el dinero y a buscar un auto. Ya adivinaron, de nuevo al microcentro, al subte, a la oficina.
Finalmente, me pudro de que el chofer del auto de la oficina me rete, me cague a pedos, etc. (resulta que los patos ahora les tiran a las escopetas, y a mí me gritan los choferes y las secretarias), cansada pues, de no manejar MIS tiempos dentro de la jungla, la tercera es la vencida, y me compro el auto, hermoso, dulce ratoncito que me permite ir y venir en mis tiempos y mis rutas.
Y sí, curiosamente, se me cumple la cábala, la superstición. No sólo no vuelvo al microcentro, sino tampoco visito la jungla. Uso al ratoncito para cuestiones personales (muy ok sin duda), pero por trabajo? una vez por semana y eso por unas semanas más.
Es fabuloso, el pensamiento mágico es real. Llamativamente.

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