jueves, 23 de julio de 2015

De Monstruos y Demonios

Hay personas que luchan diariamente con sus propios demonios; hay otras que sienten que llevan un monstruo en su interior.
En ambos casos, la vida es difícil, dura, agotadora.
Por mucho tiempo pensé que yo era de esas personas, peleando con mis demonios o intentando domesticar a mi dragón, mi propio monstruo.
Ahora he estado pensando que yo sufro otra forma de agotamiento cotidiano.
No tengo ni monstruos ni demonios.
Tengo HAMBRE. Hambre vital, urgente, intensa. Hambre de hacer, de querer, de salir, de tocar todo, hambre de vivir.
Siento lujuria de hambre.
Y por muy seductor que pueda sonar, créanme si les digo que no es placentero.
Tengo la sensación del yaguarete encerrado, del cazador nato al que se le priva de salir corriendo tras la presa.
Cuál presa? Ah! Esa es otra complicación.
No lo sé.
Hambre de que? No lo sé.
Pero un hambre que me hace caminar por las paredes, que me implica un esfuerzo tremendo para quedarme quieta.
Sin duda que no es de comida, justo en esta temporada en que tengo que esforzarme para comer.
Es hambre vital. Hambre con mayúscula.

Hambre de vivir.

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