domingo, 2 de octubre de 2011

Qué se te dio por hacerte la Harry?

Eso es lo que preguntó mi socio al día siguiente, al enterarse por correo electrónico de mis aventuras en la ruta.
Y bueno, no sé realmente por qué reacciona uno como reacciona, pero ahí va la anécdota.
Decidimos, casi al final de arduas jornadas de trabajo en país vecino, ir juntos a cenar. Eramos un grupo grande, casi podríamos decir importante, no tanto en número sino en composición; de los locales iban: un asesor del Ministro de Interior, un Subsecretario de Salud, un Coordinador de un Area específica y una psicóloga que depende del asesor nombrado; de los visitantes: la coordinadora de ONU del tema que nos compete, un representante de Brasil, una de Chile, dos compañeros míos de Salud y quien les habla.
En fin, caminando por la ciudad vieja, rumbo al mercado del puerto (digamos, que no es zona para caminar de noche, aún siendo un grupo grande), damos la vuelta en una peatonal, y por el rabillo del ojo (del entrenado ojo) alcanzo a ver un grupito de "pibes chorros" acompañados de 2 o 3 chicas, no sé si alguna con un bebé y otra embarazada, pero algo así. Escucho sus voces y me parece que se separan de las mujeres.
Giro la cara y le digo a la compañera de ONU "tengo un dejá vu". Inmediatamente, en términos del Güero Dávila según Pérez Reverte, me doy cuenta que ya estamos en La Situación.
Los chicos (no tan chicos, por ahi de 17 promedio) nos rodean, yo percibo que uno de los muchachos de Salud está a mi derecha con la espalda contra la pared y considero adecuado pegarme a él en misma posición. No puedo decir qué hicieron los demás, no alcancé a registrarlo.
El pibe que estaba frente a mí (sí, total estereotipo, morocho, campera deportiva, zapatillas, etc.), hace con la mano bajo la campera como si tuviera un arma y no sé qué es lo que me dice, a lo que yo le digo por primera vez "no, pibe". De ahí, comienza a tironear de mi cartera - él de un lado y yo del otro por supuesto - , y alcanzo a escuchar a la chilena y la psicóloga local que gritan que les arrebataron la cartera. Yo sigo tironeando y, mientras voy haciendo el inventario mental de lo que hay dentro de mi cartera, sigo diciendo "no, pibe. no, pibe".
Aparentemente, según me cuentan después y los dolores que tengo al otro día, hice mucha fuerza, no sé si los compañeros varones se acercaron, el resto de los pibes chorros decidieron que era momento de irse, el caso es que escucho que uno le dice al que tironea conmigo "vamos, vamos", y éste suelta la cartera y se van.
Con toda la adrenalina y sentimientos varios, los locales dicen que a media cuadra, dando vuelta la esquina hay una comisaría, y ahí nos dirigimos. Al llegar a la esquina veo cerca a las chicas que había visto con los pibes, y me acerco y les digo: "Chicas, un favor, si ven a los que nos robaron las carteras, díganles por favor que nos tiren los documentos cerca de la comisaría, si? Gracias". Y sigo mi camino.
Efectivamente, no sé cuánto tiempo después, mientras las damnificadas hacían la denuncia correspondiente, una hacía llamados por un celular de otro a su familia para que bloqueara el celular, reportara las tarjetas, etc.; y la coordinadora de ONU hacía llamados a localidades diversas intentando reportar la tarjeta de crédito chilena, yo, con algunos de los varones, fumando afuera de la comisaría, veo a las chicas en la esquina (ni en pedo iba a levantarme a hablar con ellas), y a continuación un señor mayor con un muchacho vienen desde allá a entregar en la comisaría los documentos de la chica local. Obvio, ella a llamar a su familia que no reportara las tarjetas, que se las habían devuelto.
En fin, de ahí, a un barrio más "elegante", a cenar y por insistencia mía a "ingerir alcohol", que es la mejor receta que un especialista en adicciones puede prescribir en una situación así.


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