domingo, 26 de octubre de 2008

Adiós al Subte

Ese lugar, ese "no lugar" diría Augé, que tanto me dió para pensar. Ese lugar que tantas experiencias sociales, tantas oportunidades de experimentación de interacción social, tantos espacios de anonimato e intimidad como buen "no lugar" que es, tantas veces que actuó como el único momento en que podía llorar sin que nadie se metiera a preguntarme qué me sucedía.

He perdido voluntariamente ese lugar.


He dejado de ser un habitué. He dejado de ser un peatón. Me he comprado un auto.


Finalmente, y después de muchas cábalas, muchas idas y vueltas, muchas discusiones, peleas, supersticiones y cambios de trabajo provocados realmente cada vez que pensaba seriamente en comprar un auto, finalmente me encuentro frente al volante de mi auto.

Ok, he perdido el subte.

Sé que puedo volver a él cuando quiera, pero sé que ya no seré "de casa", seré un visitante, un ocasional, un "de paso", de esos que los habituales saben detectar inmediatamente, como lo hice yo tantos años.

Por eso, y como despedida, van dos auténticas fotos de despedida, fotos del subte, como muchas veces llevé a mis alumnos a ver, a hacer observación participante.

Ahora que las subo, tomo conciencia de que ambas son de personas mayores. De esos pasajeros a quienes tanto trabajo y tanta dificultad les provoca el subte.

En el caso de una de ellas, la mujer, me tomé el esfuerzo de quedar a su lado cuando subió al vagón, yo tenía puesto mi MP3, pero el olfato me permitió percibir que a pesar de su intento por mostrar determinada identidad, la auténtica, la de fondo, era la del linyera que duerme en la calle, que no se baña, y que quizá tenga en algún lugar de su cerebro anidada alguna grave forma de enfermedad.

Basta de charla. Van las fotos.















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