lunes, 12 de marzo de 2012

Los Señores Bonilla

Todos los sábados recuerdo a los Bonilla.
En mi infancia no tuve abuelos, digamos, tuve, pero ellos estaban acá y yo estaba allá.
Pero en la esquina de casa vivían los Señores Bonilla, que grandes abuelos sustitutos fueron para mí.
El me enseñó a andar en bici sin rueditas, y recuerdo ese día como si fuera hoy.
Ella me abrió una puerta grande al ser mujer, al menos, al ser mujer de allá.
No importa que su nieto, aún viviendo del otro lado de la enorme urbe, fuera mi primer novio - y la primera muerte de un coetáneo que tuve que encarar -, por lo que podrían haber sido mis Abuelos Políticos.
La Señora Bonilla me permitió enterarme que había telenovelas, y que no sólo las "sirvientas" las veían, aún cuando nunca llegué a interesarme por ellas.
En cambio, me enseñó a lavar platos, no como se lavaban "en casa", sino como se lavaban allá, con escasez de agua incluida.
Así que en lugar de llenar una bacha con agua jabonosa y otra con agua para enjuagar, se lavaban los platos en una sola bacha. Se iban tomando y enjabonando y apilando al costado, y luego se abría la canilla y se iba enjuagando cada cosa.
Ella, al enjuagar un plato, le pasaba la mano extendida, como si acariciara su superficie.
Así lavo yo, acariciando los platos, de cada lado, y uno por vez.
Y cada vez que lavo platos, pienso en la Señora Bonilla y en todas las generaciones de mujeres de allá que me permitió incorporar; en la manera sutil y suave de esa aparentge sumisión que en verdad se transforma en un matriarcado histórico.
Gracias, Señores Bonilla por su abuelazgo prestado, y en particular, gracias, Señora Bonilla, por enseñarme a ser mujer.

pasear...

Bicho de ciudad, sin duda, desde siempre.
Cada tanto nos parece que en otras ciudades es hermoso pasear, y nos olvidamos de mirar la nuestra con ojos de turista.
Vendrán las fotos, pero aún tengo los ojos llenitos de río, de veleros; el pelo despeinado de viento de agua.
Mi socio habla verdad cuando dice que en esta ciudad, en 5 minutos pasas de una ciudad europea y elegante, al sabor de Latinoamérica y su pobreza incluida.
A veces, por más que disfrute estar en mi madriguera, hay que salir a dejar que el mundo se te meta adentro....

viernes, 2 de marzo de 2012

De Marx, aunque Ud. no lo crea

"Cada individuo se ve reflejado en sus semejantes, por lo que, para referirse a sí mismo como hombre, tiene que empezar refiriéndose a otro como a su igual".

De "El Capital", en un pie de página.

Mirando el mundo

Hay cosas que hacen la vida maravillosa.
Pequeñas cosas, que justo estás ahí para verlas suceder.
Sólo hay que estar atento, con los sentidos bien abiertos, para permitir que el mundo entre.
Parada en el palomar del sitio donde trabajo, echando humo a placer, disfrutando que el día es hermoso y claro, y que diez pisos abajo están metidos en el tráfico y yo no, cuando siento un sonido raro y miro.
Veo venir un helicóptero.
Veo todo su acercarse, quedarse volando en un sitio quieto, como un colibrí, y luego aterrizar, con el polvo volando como en las películas.
Y me sonrío, y agradezco haber estado ahí para verlo.
Vuelvo a mi puesto.