Una migraña, a la semana otra, a menos de 7 días, otra más.
Con aura, sí, todas, las tres, en realidad así son mucho más que tres, son TODAS.
Hormigueo de la mano, la boca dormida, la vista deslumbrada, sin poder hablar, sin poder armar una frase en la mente.
Así, teniendo que quedarse bien quietita intentando que nadie venga a querer ayudar, porque todos preguntarán ¿estás bien? , ¿que te pasa? o ¿necesitás algo?
No, mis queridos y no tan queridos, no necesito nada, no estoy bien y no te puedo explicar qué me pasa.
Lo que me pasa es que el cerebro decidió pegar una voltereta en la montaña rusa eléctrico-química, y cuando él lo decide, no se puede hacer nada, no puedo irme a mi casa, como me sugieren bienintencionados, no puedo, porque no puedo tomar el ascensor, no puedo cruzar la calle, por supuesto que no puedo manejar, es más, desde el inicio, no puedo juntar mis cosas en la cartera. NO PUEDO!
Y eso me provoca una impotencia, una bronca, unas ganas de hacerme extirpar el cerebro...
Ya no me asusta, sólo quiero que pase, que termine de una vez, aunque venga el dolor después, pero que yo pueda hablar, pueda mirar, pueda juntar mis cosas y largarme de una vez, en busca de un lugar oscuro.
Y sí, ya sé que pasa, que siempre pasa y siempre termina de pasar, pero en el momento, parece que fueran horas, semanas, y si te sucede tres veces en tres semanas, te parece que es toda la vida.
Maldita sea...
No hay comentarios:
Publicar un comentario