Sala de espera de una ginecóloga que es buena y reconocida.
Más de una docena de mujeres de diversas edades esperan su turno.
Y un señor mayor, quizá tenga más de 70 años, también está sentado.
La recepcionista llama un nombre y el señor se pone de pie, para después ayudar a levantarse a quien parece ser su mujer, de su misma edad y que hasta ese momento había pasado desapercibida.
Entran juntos a la consulta.
Un par de jovencitas y yo comentamos: "Ese es un hombre", dicen ellas.
Yo: "Muero de amor, si llego a esa edad y mi marido está dispuesto a soportar ser el único varón para acompañarme a la gine, muero de amor".
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