Alegremente he vuelto al hormiguero central, donde, a diferencia del resto de los mortales, me siento totalmente en casa.
Por lo tanto, he vuelto, también alegremente, al subte, que nunca deja de asombrarme.
La chica que me ofrece el asiento, no sé si por vieja o por gorda - pensando que estaré embarazada!
El joven oficinista desparpajado, hundido en un libro, que al mirar atentamente, resulta titulado "La Anatomía en la Escultura Renacentista".
Nadie mira a nadie. Ni aún cuando un varón elige darme el asiento antes que usarlo él, y mientras me siento afirmo: "y luego dicen que no quedan caballeros". Ni siquiera él me mira.
Viejo Subte A, vagones "de entonces", que debieran ser patrimonio histórico (no se si lo son) pero seguir funcionando, como ahora. Pedazo de nostalgia de una madera que cruje suavemente al bambolearse en las curvas de esos, primeros, rieles.
Quedar detenidos porque en la estación siguiente alguien tuvo un ataque de epilepsia, y el empleado que nos insta a bajarnos porque "la ambulancia puede tardar 5 horas", quien obviamente desapareció cuando en 15 minutos reanudamos la marcha los testarudos que nos quedamos sentados.
En fin, caminar sonriente por el medio del hormiguero de Florida, mientras todos los demás se preguntarán por qué uno sonríe...
Como diría el Terminator: "I´m back!"
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