Hace 4 años estaba en el infierno, en esa ocasión, el infierno estaba situado en la Terapia Intensiva Coronaria del Otamendi y ya llevábamos ahí casi 4 semanas.
Esa temporada duró varios meses, duros, tristes, difíciles día a día, aun cuando cambió de geografía por los siguientes 6 meses.
Cada día era un desafío a la paciencia, a la tolerancia, a la restricción de reacciones violentas, y particularmente a la imaginación, a buscar palabras que pudieran motivar a mi madre para que quisiera seguir viviendo, quisiera luchar para reponerse y salir de esa caja en la que había quedado, donde no podía ni hablar, ni comer, ni moverse.
Una idea que tuve en esos tiempos fue decirle que necesitaba ponerse bien para volver a visitar el pueblo donde pasó los primeros años de su infancia. Le prometí que yo la llevaría, que veríamos a los amigos de sus padres y la casa de mis abuelos, donde mis padres plantaron árboles, donde mi hermana me enseñó a leer cuando yo tenía 3 años y ella 5.
Finalmente, pasaron 4 años, el resultado de esa historia la conocen, ella luchó, lo logró y está casi diríamos mejor que yo.
Y ayer por fin, me dí el gusto de cumplirle la promesa.
Así que la pasé a buscar más o menos temprano, luego de haber estudiado en internet la ruta, haber metido en el baúl del auto los silloncitos plegables, el equipo de mate y el repelente de insectos, y con esta cara subió a mi auto:
Sí, cara de "feliz cumpleaños".
Fue un buen camino, la ruta en muy buen estado, las indicaciones obtenidas en la web eran muy correctas.
Tal como lo imaginé, mi misión era llegar al centro del pueblo. Una vez ahí, cuando vió la comisaría, dijo "ya sé dónde estamos, hay que dar la vuelta justo hacia atrás" y me guió a la casa de los amigos de mis abuelos, donde no veía el momento que yo termine de juntar mis bártulos para bajarse del auto.
Y con esta cara se bajó:
Sí, feliz, feliz como perro con dos colas.
Ya con eso me bastaba.
Fuimos recibidas con una dulzura, con un cariño, como si fueramos esos parientes con quienes se ha pasado años compartiendo alegrías, cuando en realidad, la hija de Tito, que es la actual dueña de la casa, y su marido, tienen más relatos de mis abuelos que trato con mi madre, y menos conmigo, por supuesto.
Tito vive, tiene 102 años, ok, está un poco perdido (bastante) y repite lo que en sus tiempos fue una publicidad: "el tiempo pasa, y la ropa queda", y se ríe. Igual fue una cosa buena que mi madre llegara a verlo con vida, sin duda.
Nos esperaban con el almuerzo, nos llevaron a pasear por el pueblo, fuimos a ver la casa de mis abuelos, que por suerte sigue ahí y en bastante buen estado. Mi madre tiene cada tanto la fantasía de comprarla, aunque cuando piensa en forma más realista se da cuenta que si le pasa algo está un poco lejos de todo (2 hrs. para ser exactos), y siendo como es un bicho antisocial, pues tampoco es que se iría con alguna amistad, ni siquiera con alguien que la cuide...
La casa sigue linda, decía, como verán:
Aunque ya no lleva el nombre que mi abuela le había puesto.
Aparentemente el dueño actual vive en la zona sur de acá, y suele ir los fines de semana.
La cara que ven en esta foto es porque nos lloviznaba, al mismo tiempo que nos comían los mosquitos (no nos habíamos puesto aún el repelente).
Los árboles que mis padres plantaron también siguen ahí, para gran alegría de mi madre, este en particular es un cedro azul que plantó mi padre:
Bueno, fuimos hasta el Río Salado, a tomar un café, como verán, yo iba también en calidad de "paparazzi", pero gracias a eso es que tenemos este registro visual.
Y bueno, como ya dije, siendo un bicho antisocial, después de visitar sólo a una persona más, decidió que ya nos teníamos que ir, que nos iba a llover en la ruta, que llegaríamos de noche, digamos, que nos fueramos ya.
Así que abrazamos y besamos mucho a Pascual y a la Nenucha (a quien sólo su padre, su hermano y mi madre siguen llamando así) y emprendimos la retirada.
Cansadas, contentas, con una sonrisa en la boca cada una. Ella, supongo por la alegría de volver a ver el pueblo, la casa, los árboles y el río. Yo, por la sensación de esos regalos que la vida te da, que te permite a veces cumplir las promesas que uno hace en situaciones desesperadas....
No hay comentarios:
Publicar un comentario