jueves, 19 de noviembre de 2009

Carteles








Siempre me sigue sorprendiendo el ingenio anónimo de graffittis y carteles, así que van estos de muestra por esta vez.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Carta de nuestro Médico

Siguiendo con el tema del festejo, y dado que mi hermana tuvo la buena idea de poner la carta que ella envió para ser leída en la fiesta, me parece que nuestro Médico, el Dr. Pedro Kremer, se merece (obvio) publicar también la suya, que además es totalmente emocionante, como podrán leer a continuación (y después díganme si no les resulta absolutamente conmovedora):


Las personas que momentáneamente ocupan el rol de pacientes en mi consultorio son, obviamente, todas distintas. Por eso, también obviamente, algunas de ellas me atrapan, otras no. Algunas personas me hacen reír y otras me irritan un poco, debo decir. Con muchos pacientes aprendo cosas médicas porque me motivan a actualizarme para dar una mejor respuesta. Con otros aprendo cuestiones que superan largamente los contenidos de un libro de medicina. Estos encuentros los disfruto enormemente porque ese día me voy a casa sabiendo un poquito más sobre arte, o sobre castellano antiguo, o sobre el trabajo en los penales federales. Finalmente, unas pocas personas en el rol de pacientes me han enseñado cuestiones que me cambiaron como médico y también como persona. Dora es una de esas pacientes.
Cuando me adoptó como médico y yo a ella como paciente, nos veíamos en un consultorio que ya no atiendo en la calle Apolinario Figueroa. Dora venía con su paso lento pero firme y sus bolsas de estudios de distintas épocas, a verme en ese consultorio chiquito y oscuro, frio en invierno e insoportablemente caluroso en verano-¿te acordás Dora?-donde para que un paciente se sienta cómodo y con ganas de volver, definitivamente tenía que haber enganchado lo suficiente con su médico.
Por esa época, no es que Dora fuera de esas personas que consultan muy seguido. Más bien venía con una listita breve anotada en algún papel que sacaba de la cartera y evacuaba sus dudas prolijamente para después decir chau y gracias. Esto hacía que nos llevásemos naturalmente bien ya que venía cuando le tocaba y se iba cuando le tocaba con la misma sonrisa. Siempre entendía que hay respuestas que no le podía dar, pero que hacía lo posible por resolver los problemas que se presentaban. En el medio vino Andrea y después Carlos. En realidad no me acuerdo si Andrea llego antes o después que Dora, pero el caso es la familia se iba convirtiendo de boca en boca en víctima del Dr Kremer. Después Carlos evidentemente recapacitó y se dio cuenta que podía pasar muchos meses sin verme y sin que le duela nada (cosa que si tenía oportunidad de acercarme hoy no iba a dejar de reclamar). Pero volvamos a Dora.
Una tarde de octubre Andrea me llamó para contarme que después de una noche entera intentando lidiar en casa un dolor de panza que no se iba, las cosas se habían puesto feas y el camino llegaba hasta la guardia del Otamendi, para continuar en la hemodinamia y sin escalas a la unidad coronaria en coma farmacológico. Me acuerdo que mi sensación en ese momento fue la que a veces me invade en esos momentos. “pero por qué no me llamaron a la noche?” “con tantos pacientes que me llaman por temas sin gravedad todos los días..”. La respuesta de Andrea era la que mejor describía a Dora en ese momento, al igual que ahora “no quiso molestar” “yo también me enteré recién a la mañana.” Dora nunca quiere molestar. Ahora que la conozco mejor entiendo cuanto le molesta la sola idea de molestar, en parte porque se molesta ella misma si no puede sola con algo. Dora es realmente una mujer que puede con, casi, todo. Me enteré que siempre fue así, brillante profesionalmente donde le tocó estar, presente en la familia y autosuficiente para resolver todo obstáculo que se interpusiera en su camino. Claro que esta vez la batalla venía muy pesada.
Pasaron los días y las noches con Andrea acampando al costado de la cama y saliendo de la habitación para tres cosas principalmente: fumar un cigarrillo, recorrer los partes médicos conmigo en el pasillo, y recordarle a funcionarios de la obra social algunas cuestiones relacionadas con los derechos de las personas y la justicia. Estas últimas conversaciones entre Andrea y los auditores de la obra social eran tan penosas como dignas de presenciar, créanme.
Pasaron días, semanas, meses. Como pasa siempre, sobrevinieron complicaciones propias de estar tanto tiempo internado y tanto tiempo en contacto con el sistema de atención medica. Reinternaciones, cambios en los diagnósticos, altas, rehabilitación, incertidumbre, y sensaciones mezcladas entre la impotencia de entender que falta tanto y la alegría incomparable de lograr algo tan simple como emitir un sonido desde la propia voz, mover un dedo de ese bendito pie, sentarse en la cama, comer por si sola y otras cuestiones que damos por ciertas y por aseguradas sin siquiera pensar que un día quizás no estén y debamos reconquistarlas, como hizo Dora.
Cuando les contaba que Dora es una de esas personas que me cambiaron más allá de lo médico, me refería en parte a esto último. Imaginen pasar en cuestión de minutos desde un estado en el cual nada les resulta demasiado difícil a otro en el que el cuerpo no responde hasta en el más pequeño de sus músculos, incluidas las cuerdas vocales. Imposible imaginar fehacientemente lo que se siente. Solo Dora lo sabe. Lo que si pude saber yo como personaje secundario en esta historia son un par de cosas: que no hay apuestas perdidas de entrada por más que las posibilidades sean ínfimas. Que desde ahí donde queda un resquicio de fuerza se puede cultivar toda una recuperación si no se bajan los brazos. Que el apoyo de los seres queridos juega un rol crítico (esto ya lo sabemos todos) pero que ese apoyo necesita apoyo. Que el amor de una hija puede llevarse por delante infartos, clínicas de rehabilitación, auditores de obras sociales y hasta el amor propio cuando se juega un partido tan difícil día tras día.
Dora querida, espero no estés enojada por mi ausencia de hoy, que realmente no pude evitar. Para mi sos un ejemplo de fuerza y de apego por la vida. Un poco cabeza dura en esto de poder resolver todo por vos misma, es cierto, pero una prueba viviente de que vale la pena dar pelea, y que esa pelea no se define en cuestiones enormes, sino en ínfimas batallas que se presentan todo el tiempo. Pasado el tiempo, tienden a quedar en la memoria los grandes hitos de tu recuperación, como el día en el que te liberaste del respirador, pero probablemente fueron días como ese en el que pudiste tomar un lápiz por primera vez en meses para poder escribir otra vez tu nombre, los días que hicieron que hoy estés festejando con algunos de tus seres queridos. Digo algunos porque otros no estamos, pero te acompañamos hoy como cualquiera de esos días y vamos a estar ahí para vos. Eso sí, tenes que acordarte de llamarnos a tiempo, obviamente.
Con muchísimo cariño. Tu médico, Pedro.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Querido Pepe

Hace mucho que no te escribo, pero eso no significa que no te tenga conmigo todo el tiempo. Ya en otra ocasión te decía que muchas de las cosas que me pregunto debería preguntártelas a vos, y lo hago, y pienso en qué me responderías.
Lo que quería contarte ahora es algo lindo que me pasó y que tiene que ver con vos. Ya sabés que me ha costado mucho tu ausencia, pero particularmente porque nunca tuve a alguien con quien hablar, que pudiera: 1. contenerme, 2. darme los consejos adecuados para determinados problemas, 3. hacerme sentir que no importaba cuánto yo me equivocara, me iba a seguir queriendo, 4. me contara mis raíces y mi pasado.
Ves? si uno lo piensa así, vos fuiste mi padre. Ya, aún con vos presente, he dicho que vos fuiste mi padre sustituto, igual que el de muchos, muchos de los que tuvieron la suerte de estar afectivamente cerca tuyo.
Y eso precisamente es lo que me di cuenta el otro día, que yo me he pasado la vida depositando el papel de mi padre en diferentes personas, personas que por supuesto que no se hacen cargo del rol en que yo los quiero poner, pero vos sí, vos no sólamente lo aceptaste, sino que lo desempeñaste. Mirá, la última vez que te levantaste de la cama, fue cuando fuimos a comer en tu casa porque era el Día del Padre...
Entonces llegué a pensar que es una suerte que te haya conocido, que haya estado cerca tuyo, incluso cuando las cosas se pusieron feas. Que más que lamentar que no te tenga cerca, tengo que estar agradecida de haber tenido en la vida a una persona que cumpliera ese papel para mí, que es por eso que me cuesta tanto que te hayas ido, pero que menos mal que te tuve, que hablamos, que nos abrazamos, que lloramos juntos, o uno por vez, que nos quisimos.
Así que Pepe, donde quiera que estés, GRACIAS, y te sigo queriendo tantísimo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Festejando

Pues sí, estimados, lo logramos.
Llegamos finalmente a la fecha de la fiesta del primer aniversario del renacimiento de mi madre, y tienen que creerme que la organización no fue fácil.
Particularmente, y más allá de todo lo que implica la logística, digamos, el salón, los mariachis, el fotógrafo, etc. etc., el problema es que mi madre no es fácil.
Así, "vamos a comprarnos ropa", "te parece?"; "vamos a que nos hagan las uñas de manos y pies", "te parece?"; "estoy consiguiendo quien te maquille y te peine en tu casa", "te parece?", y podría seguir largo tiempo. Ella lo planteaba como que podría ponerse cualquier cosa de ropa que ya tuviera, ir sin maquillaje e incluso un día, que había cambiado de shampoo, me dijo "no puedo ir con el pelo así?, mirá qué lindo que me queda".
Ella me dio la lista de invitados, con sus respectivos teléfonos y e-mails (muchos de ellos no estaban actualizados, lo que también fue un lío, pero PRUEBA SUPERADA) y esa fue la primera.
Diseñamos con mi socio la invitación, con foto incluída, se la envié y: "te parece?", no le gustaba la foto que elegí, no estaba de acuerdo con el texto, no quería que se pusiera que también era su cumpleaños, porque no quería que le lleven regalos, y otra vez, etc. etc. Logré enviársela a TODO EL MUNDO, y de ahí, a que cada uno confirmara, segunda, pero PRUEBA SUPERADA. En realidad, algo parecido, ya que hubo quienes confirmaron que venían, y luego resultó ayer que no vinieron. Dos veces modifiqué la lista, con las respectivas ubicaciones en las mesas, y al final, del plan inicial, que eramos 60, llegamos creo que a 40. Igual, el salón es totalmente recomendable, se adaptan a lo que uno necesite, e inclusive me bajaron el precio y hasta me devolvieron dinero.
También los mariachis, de último momento se descompuso uno de ellos, y como yo debía pagarles antes de que tocaran, ya que terminarían con Las Mañanitas, para sacar la torta de cumple con su vela, al terminar me llamaron aparte y me devolvieron dinero, pues se habían comprometido a un cierto número de músicos y no lo habían cumplido.
Todo así, parece que tuvimos viento a favor, y paso a paso, mientras ella me decía "te parece?", su dama de compañía me decía lo contenta y entusiasmada que estaba mi madre.
Mientras tanto, y eso sí que fue sorpresa, fui logrando recopilar cartas de aquéllos que hubieran deseado estar presentes, pero no podían, por ejemplo por estar en San Diego, o en Bologna, o simplemente Azcapotzalco, México.
El operativo de comprometer también a algunos presentes para que hablaran fue igualmente de entretenido y de complicado.
Finalmente, la pasé a buscar, las dos estábamos impresionantes de lindas (ya vendrán fotos), y la fiesta comenzó.
Logré que la lectura de cartas y los discursos de diversos oradores fuera efectivamente una sorpresa, y en serio que resultó muy lindo, pero muy lindo. Mi madre llorisqueaba por momentos, se reía en otros, una de mis hermanas del corazón, que la conoce lo suficiente, cuando la vio con los ojos mojados (y sí, tengo que aclarar que mi madre no llora, y menos en público), se sentó a su lado, tomó su mano y le preguntó "todo bien?", lo que permitió que mi madre se rearmara como para seguir con la fiesta.
Yo, durante todo el tiempo que dediqué a la organización sentí que mucho era para que yo festejara, teniendo tan presente el motivo de celebración, y "en verdad os digo", la pasé maravillosamente, me tomé todo el whisky que pude (aclarando, no el que el salón ofrecía, sino el que yo compré especialmente, que no es cuestión de beber cualquier cosa en una ocasión así), me bailé todo lo que se podía, y canté hasta lograr que el cantante dijera "miren la voz que proviene de esa mesa", no sé si tengo linda voz o estaba cantando tan fuerte que lo opacaba, ja ja ja.
Al final, nos fuimos, con una bolsa inmensa de regalos (y eso que ella no quería), los pies hechos un desastre (ambas) y con un cansancio enorme.
La pasamos lindo, abracé a muchas personas, recibí palabras hermosas de muchos de los presentes, y bueno, festejamos el primer aniversario del renacimiento de mi madre.